martes, 28 de octubre de 2008

Mario Demarco

Mario DemarcoMario Demarco, primer bandoneón de la orquesta de Gobbi. Es el segundo de izquierda a derecha. A su izquierda Alberto Garralda. Detrás Alfredo Gobbi y el cantor Jorge Maciel.


DEMARCO, Mario. (Nombre de familia: Mario Domingo Lapuncina). Músico. Bandoneonista. Director. Compositor. Arreglador.
Formado, por temperamento, en la proyección creadora de la escuela decarista que encabezaron Osvaldo Pugliese y Alfredo Gobbi, se perfiló desde 1950, entre los mayores cultores del tango contemporáneo.
Las versiones de Tierra adentro, Sin tacha, Canaro, La catrera y otras, registradas para el disco Pathé con su primera orquesta, evidenciaron, ya, cuanto de original, en una manera personalísima de sentir, de plasmar musicalmente y de expresar en lo emocional el tango, ofrecería luego en sus trabajos de arreglo para Osvaldo Pugliese—Quejumbroso, Emancipación, Suipacha, A mis compañeros, Patancha, grabados todos en Odeón, por dicho conjunto—; en sus acompañamientos para Edmundo Rivero—Corrientes y Esmeralda, De vuelta al bulín, Venite conmigo (discos Philips)—; para Argentino Ledesma —Pebeta linda yo te quiero (discos Odeón)—; Para Jorge Sobral—Pregonera, Te llaman malevo, Rondando tu esquina (discos Columbia)—. Y, desde luego, en las interpretaciones de corte instrumental logradas en la conducción de su orquesta como figura independiente y registradas para el sello Solfeando: Sensitivo, A San Telmo, Muy picante y particularmente, Solfeando, síntesis integral, éste, de sus novedosas ideas musicales. Lo más interesante de todas ellas —entre otros aspectos— está referido, en lo musical, al modo de cimentar el arreglo sobre un denso movimiento de bajos en permanente contraste de tiembre y de colores instrumentales, con la sutil aparición de los diseños milongueros en el trabajo de los violines, constantemente entretejidos a los solos de bandoneón —melódicos o armónicos— a las intervenciones del piano o a los temas contrapunteados en la cuerda; y en lo interpretativo, a la gran tensión emocional que, desde el punto de vista de la expresión, tienen sus realizaciones, por la siempre inesperada transición de lo romántico a lo milonguero, lograda con un señorío y un aplomo que empieza en la neta fibra con-ductora de su bandoneón cadenero. Ejecutante de excepción, su personalidad bandoneonística se ha manifestado conforme a dos modalidades de trascendente importan-cia y de antagónico contenido; aquello que, en sus arreglos para bandoneón solo, es la filigrana de exquisitos preciosismo y el tratamiento armónico de dulcísima concepción—su versión de Nieblas del Riachuelo es un ejemplo en alto grado representativo—se vuelve milonga, zapada y del más puro rango canyenguero no bien entra a presidir, con su instrumento, a los doce o catorce elementos de un conjunto orquestal, aun en la sutileza de sus solos fraseados y en la difícilmente superable calidad de sus variaciones fraseadas, como las que ejecuta en Sin tacha, El arranque, Mal de amores o Entrador (discos Pathé, 1951) o en La bordona. Sus composiciones, esencialmente volcadas al tango de corte milonga, reflejan su personalidad de intérprete; entre ellas: Entrador, Patancha, Solfeando, Sensitivo. Nació en Buenos Aires el 5 de agosto de 1917. Estudió música, desde la niñez, al cuidado del maestro Joaquín Clemente, quien fuera director de la Banda Municipal. Posteriormente, se perfeccionó cursando armonía, contrapunto e instrumentación con Julián Bautista. Tuvo lugar su iniciación profesional en 1939, como músico acompañante de la cancionista Fanny Loy, por Radio Belgrano. Al siguiente año, comenzó su carrera como bandoneón de orquesta; integró los conjuntos de Antonio Rodio, de Enrique Do Lorenzo, de Juan Canaro y —fugazmente— de Miguel Caló, antes de incorporarse al de Alfredo Gobbi, junto a quien encontró el adecuado clima de estilo para su temperamento, y del cual sólo se desvinculó en 1951, para formar su primera agrupación. En el año 1954, Julio De Caro requirió sus servicios, pasando —tras de otra breve actuación con Gobbi— a formar en la fila de bandoneones de Pugliese, con quien colaboró, además, como arreglador hasta 1959. En carácter de arreglador y de primer bandoneón integró, al año siguiente, el conjunto Stamponi-Lavié, al cual imprimió su inconfundible estilo, igualmente expresado por sus intervenciones en el acompañamiento del cantor Edmundo Rivero —como primer atril, bajo la conducción de Héctor Stamponi y luego como director—. Tanto durante su labor junto a Rivero, como junto a Roberto Rufino, se presentó en el cine Ópera y en la programación de Radio El Mundo. Fue, en 1962, Argentino Ledesma quien le confió la escritura y dirección de su marco orquestal, para la grabación de discos, así como para actuaciones cumplidas en Chile y en Buenos Aires. En 1964 integró una destacadísima línea de bandoneones en la orquesta de Joaquín Do Reyes, colaborando, también, por segunda vez y hasta la disolución del conjunto, con la agrupación de Alfredo Gobbi. Sobre la base de un grupo de juveniles y bien dotados ejecutantes, bajo su tutela, rehizo en 1965 su conjunto, al frente del cual grabó ocho tangos en su propio sello editor Solfeando y se presentó desde el primero de agosto en el Palacio Güemes. Posteriormente, continuó su labor como arreglador de acompañamientos para los solistas Miguel Montero, Rodolfo Lesica y Jorge Sobral, con quienes actuó en radio, televisión, bailes, giras y discos Columbia y Odeón. Compuso los cantables Astillas, Si sale chancleta, Desde que te dije adiós y Llegando a puerto. 
Horacio Ferrer