domingo, 4 de enero de 2009

Osvaldo Tarantino

Osvaldo TarantinoOsvaldo Tarantino en 1978

Osvaldo TarantinoOsvaldo Tarantino, Roberto Calo, Ernestro Franco y Enrique Campos en 1957
Osvaldo TarantinoEl Conjunto 9 toca en Roma, 1972 De izquierda a derecha: Tarantino, Piazzolla, Agri, Díaz, Baralis, Panik, Bragato y Corríale.
Osvaldo TarantinoEn Japón, 1954, de izquierda a derecha: Arturo Peñón, Osvaldo Tarantino, Alfredo Marcucci, Héctor Insúa, Hugo Baralis y Rufino Arrióla, integrantes de la orquesta de Juan Canaro

Osvaldo TarantinoOsvaldo Tarantino, Ernesto Baez y Juan Miguel Rodriguez cuando integraban Los tres de Buenos Aires


TARANTINO, Osvaldo. Músico. Pianista. Arreglador. Compositor. Director. Uno de los mayores pianistas del tango, sin distinción de épocas o de tendencias. Dueño de un sonido profundo y parejo, la gran inventiva y el invariable buen gusto hacen a su personalidad. Idénticamente capaz en su creación solista como en la conducción orquestal, en su estilo pianístico se anudan la magia y la sobriedad de lo milonguero y el vuelo musical decantados en su fraseo inconfundible. Talento de raíces gobbianas y troileanas es arreglador de ideas exquisitas y también un compositor de bellísimas melodías en las que se escucha su enorme corazón de porteño.
Nació el 6 de junio de 1927 en Loria 1969 casi Chiclana, descendiente de italianos y de vascos. Su padre, José Tarantino tenía conservatorio, era director de orquesta y tocaba varios instru-mentos. Criado en una familia de músicos, viviendo desde los tres años de edad en Puente Alsina, al cumplir los ocho tocaba ya el piano de oído y con facilidad asombrosa en la orquesta de su padre. "Yo era una especie de Pierino Gamba de la típica" —recuerda—, evocando su niñez de músico, en la que también aprendió a ejecutar el bandoneón y la guitarra por su propia cuenta.
Poco después su tía Margarita Tarantino lo encauzó en el aprendizaje académico cursando armonía y contrapunto con el maestro Bianchi. Los ídolos que lo rumbearon al encuentro de su propia manera pianística, fueron Art Tatum y Teddy Wilson, en el jazz, y en el tango fundamentalmente, Orlando Goñi a quien escuchó tocar en el teatro Boedo en 1943, cuando el gran Orlando desvinculado de Troilo formó su propia orquesta. "Su dinámica pianística fue totalmente nueva en el tango: la mano izquierda de Goñi fue una revolución". Durante la década del cuarenta actuó con el conjunto Los
 Pregoneros de América, que integraban Amílcar Neyra, Castel y su suegro, el desaparecido y recordado Tito Vila; y, posteriormente, se sentó al piano de las orquestas de Pedro Maffia (en el Babilonia del Parque Japonés), de Edgardo Donato, y de otro de sus admirados: Argentino Galván: "Con el Indio aprendí una barbaridad", dice. En 1953, tras de integrar la agrupación de Héctor Várela, fue llamado por Bernardo Salas para formar en la primera embajada argentina de tango que viajó a Japón: la orquesta de Juan Canaro con arreglos de Galván, de Piazzolla y también suyos. Luego de actuar nueve meses en Japón con varios de los músicos de Canaro, actuó en Estados Unidos, para radicarse finalmente en Caracas, con presentaciones suyas en toda Venezuela y en Colombia. Regresó a la Argentina. Integró la orquesta de Roberto Caló en la que dio a conocer dos tangos instrumentales suyos: En Fa Menor y Sacale chispa, componiendo, también dos cantables: Este fiel corazón y Si yo pudiera olvidarla. Fue llamado después por Alfredo Gobbi, a quien lo unió además de la amistad, la recíproca admiración, y, en julio de 1962 tocando en El Bandoneón de la calle Maipú, frente a Marabú, formó con Ernesto Báez (guitarra) y Toto Rodríguez (bandoneón), el conjunto Los Tres de Buenos Aires, que debutó en la sala de actos del diario "Crítica" y grabó sus versiones para Record en una orientación musical y tanguística que reveló su capacidad renovadora; con este grupo registró otros tangos suyos: Del bajo fondo (compuesto con su padre) y Del otro lado (dedicado a Montevideo). Poco más tarde, Astor Piazzolla con su nuevo octeto estrenaba otro instrumental, Ciudad triste. Tras de integrar el quinteto de Piazzolla volvió a los Estados Unidos, esta vez como director acompañante del cantor Alberto Marino; actuaron en 1968 y 1969, en Hollywood y otras ciudades de California. Dirigió en años siguientes los marcos orquestales de Jorge Sobral y de Alba Solís. Desde principios de 1972 tomó el lugar de Osvaldo Manzi en el Conjunto 9 de Astor Piazzolla, con el que actuó en casi todas las capitales del interior argentino, en Venezuela, en Brasil, en Roma, y nuevamente reducido el grupo de Astor a quinteto, en Buenos Aires, en Brasil y en París, grabando en RCA los dos volúmenes L.P., Música Popular Contemporánea de la Ciudad de Buenos Aires. Cacho Tirao a su vez, registró en CBS su Suite Tanguera en tres movimientos (Canyengón-Tristoneando-Jailaifeado), la cual, juntamente con Diagonales, y Mar y Amar —también instrumentales— lo distinguieron, ya, con el conjunto de su obra estrenada entre los compositores de mayor clase e inspiración del tango de nuestro tiempo. En 1974 integró el sexteto de Raúl Garello en El Viejo Almacén y en 1975 fue designado director musical del sello fonográfico Caval, en el que realizó sus nuevas propuestas musicales. En 1976 compuso con Horacio Ferrer la partita callejera A la ciudad perdida, que incluye entre otros temas cantables Canción de mi adolescencia, Credo de amor, Un tranvía llamado recuerdo, El hombrecito blanco, Francois y Margot, y Llanto del amanecer.Fallecio el 10 de setiembre de 1991.
Por Horacio Ferrer