lunes, 5 de octubre de 2009

Cuarteto Almagro

Cuarteto AlmagroCuarteto Almagro (Leo Weis, Juanjo Mosalini, Alfredo Rubin y Fabricio Pieroni)


El talento hace del Cuarteto Almagro una experiencia musical cabalmente feliz. Con nostalgia e ironía, todo el rigor del género y un toque de vanguardia en la libertad de sus versiones. Buen tango, hecho con libertad, puede ser una adecuada definición para el Cuarteto Almagro, creado en 1997 por Alfredo Tape Rubín, bajista, compositor, letrista, arreglador ycantante. Resalta en el conjunto la captura de elementos estilísticos de Astor Piazzolla y de Osvaldo Pugliese, y es notable también el apego al tango, del que en ningún momento se olvidan. Pero en su enfoque no hay dramatismo, y en todo caso una nostalgia dosificada. Predomina un ánimo vital y hasta divertido, que se explicita en piezas como Pantera tanguera, broma musical sobre el tema de Henry Mancini; o Cosmotango, con alusiones a 2001, Odisea del Espacio. Pero más allá del juego, aquí hay tango en serio. Los arreglos evitan complejidades inútiles y toda grandilocuencia, y salen airosos de propósitos nada triviales, como el de convertir a Libertango en un verdadero tango, lo cual recuerda aquellas muy particulares versiones de las obras de Astor que reelaboraba la orquesta de Pugliese. Se trataba de un vanguardismo sui generis, diferente de todos. Buena parte del material de este compacto consiste en piezas escritas por Rubín y el pianista del conjunto, Fabrizio Pieroni. No son tangos con pretensión de que alguien, tras escucharlos, camine por la calle silbándolos (hábito por otro lado caído casi en desuso). En este sentido, no son estrictamente "populares", pero, de todas formas, ¿cuál es la "popularidad" a la que podría aspirar hoy un músico de tango? El CD se cierra con La menor (idea), obra colectiva del cuarteto que apela a esa tonalidad amigable para el bandoneón, según explica en el cuadernillo Juan José Mosalini, padre de Juanjo, fueye de esta formación de cámara. Considerando que Mosalini padre integró la orquesta de Pugliese en los primeros años 70, es posible que fuera a través de su hijo por donde las estupendas ideas de aquel ensamble descendieron hasta estos almagrenses. Los valsecitos suelen tener la virtud de despertar, incluso en los músicos actuales, añoranzas de tiempos idos. Así, en Analía -presumiblemente dedicado a la pianista Analía Goldberg, hoy integrante con Paulina Fein del dúo Las Pibas- el cuarteto se torna absolutamente tradicional. Acontece lo mismo con La siciliana. Y en estos casos cobra mayor relieve aun el buen sonido de este conjunto, que completa Leo Weiss en violín. Historia aparte son las cuatro piezas cantadas, que comienzan por la milonga Ella se fue, continúan con los tangos Lysou y Bluses de Boedo (con una alucinada mezcla de blues y De Caro), y concluyen con el vals La Marilyn. No es fácil hallar referencias para estas letras, que en todo caso podrían entenderse como aquello que un Cadícamo reencarnado escribiría si le tocara crear ahora, y no entre los 20 y los 40. Pero con la intención no basta. La imaginación poética es un insumo indispensable. Bien cantadas por Rubín, su creador, pueden aceptarse a lo sumo como un tanteo en busca de nuevos cauces para la letra de tango, especie casi extinguida. Producto del cruce de experiencias entre músicos de tango activos en Argentina y en Europa, Cuarteto Almagro añade valor, sobre todo instrumental, a ese vasto pero también disperso movimiento tanguístico internacional, que el público argentino desconoce casi por completo, aunque podría suponerse que le toca tan de cerca. Fuente: Tango que me hicistes bien-Enero 2002


Son cuatro músicos que se lucen en arreglos y recurren a la tradición tanguera para crear sus propias melodías, algunas muy bellas. O son cuatro "atorrantes" que pintan con sus blues a Boedo, juegan con sorprendente habilidad entre acentos de dos por cuatro con el "Libertango" de Piazzolla y luego echan mano sin prejuicios a páginas musicales consagradas en la pantalla grande (perteneciente a crónicas espaciales o a aventuras de la Pantera Rosa). Son las dos cosas al mismo tiempo. Y es indudable que aquí hay ganas de tocar de a cuatro. Esto se nota en apariciones individuales que nunca se olvidan de la intención del conjunto, en sus prolijos uniformes negros y corbatas azules, en un vals de giros románticos, en yeites de orquesta típica y también en el momento de apoyar los versos escritos por Tape Rubin. Se trata, en todo caso, de pequeñas pero muy atractivas cuotas de tango-canción que se cuelan entre una mayoría de temas instrumentales. Fuente: Mauro Apicella La Nacion en 2002